Jordi García
http://estoybailando.com/las-mas-de-50-sombras-grises-de-la-gestacion-subrogada/
Llevo mucho tiempo retrasando este artículo. Y aún ahora, que empiezo a escribirlo, me apetece bastante poco. Sinceramente, no me parece que sea una prioridad ni algo tan importante para el colectivo como para estar sumergidos en tanto debate y tanta trifulca. Nuestro país aún no tiene una ley integral contra la LGTBfobia, el colectivo transexual sigue siendo tremendamente vulnerable. Así que la legalidad de la subrogación se me antoja algo importante, porque hay familias en una situación legal bastante esperpéntica; pero no prioritario. Y menos para nuestro colectivo; porque es un “problema” que mayoritariamente afecta a cierto sector privilegiado del colectivo gay (que no LGTB) pero sobre todo del heterosexual.
Dicho esto, para que no nos confundamos y aún sabiendo que mi punto de vista no es el más popular entre los gays que seguramente vais a leer esto, voy a ser muy claro: estoy a favor en muy pocos casos, estoy en contra de la inmensa mayoría. Lo fácil es posicionarse en el extremo, en el sí o en el no. Hablar de “la libertad de la mujer” o de lo de las “vasijas“. Pero lo cierto es que hay toda una escala de grises entre los que uno puede navegar. El problema con esto es que aquí hay demasiados tonos de gris.
Hace un tiempo un chico me escribió por Twitter cabreadísimo porque el sector feminista de Podemos estaba radicalmente en contra de la Gestación Subrogada. Hubo dos cosas que me chocaron mucho. La primera era que me escribiera como si yo pudiera hacer algo para cambiar eso, o más bien como si “debiera” hacer algo para cambiarlo; que por ser gay cómo no iba a estar a favor. La segunda era que yo no entendía el motivo por el que las feministas, de las que por cojones tengo que ser aliado -no concibo que alguien no lo sea-, estaban en contra cuando yo hasta ese momento me decantaba por estar a favor. Incluso había escrito artículos en esta web que lo demostraban y fui de los que se escandalizó por el manifiesto “No Somos Vasijas” publicado por un grupo feminista vinculado al PSOE. Pero hubo otra cosa que surgió de esa misma conversación que me chocó aún más: los partidos liberales de derechas, los que menos han hecho por mis derechos como ciudadano, son los adalides de la Subrogación en España. Y teníamos que evitar eso y convencer a los de izquierdas para que también la apoyen porque de repente la subrogación se había convertido en un derecho del colectivo gay.
En ese momento mi respuesta fue lo que te he dicho arriba: no me parece una prioridad. Pero eso no impide que hablemos del tema, evidentemente. Así que decidí investigar por qué chocaba con mis aliados (feministas y grupos de izquierda), y resultó que para entenderlo lo único que tenía que hacer era ver más allá de mi privilegio.
El otro día en Telecinco se montó un debate sobre la Gestación Subrogada que ya desde su concepción estaba mal planteado. No se puede promover un debate con una balanza de opiniones no equilibrada y en el caso de Sábado Deluxe no lo estaba. Al debate le precedía una entrevista a Kiko Hernández que hablaba de su caso. Se mencionó por ahí a Torito, a Ricky Martin, a Cristiano Ronaldo… (Por si no te has dado cuenta, son todos hombres en una situación económica bastante boyante). El esperpento fue ver el rótulo de “Kiko Hernández, padrazo“, cuando él mismo explicaba que tenía contratada a una interna 24 horas para encargarse de sus bebés. No sé la tuya, pero ésa no es mi definición de padrazo. Por supuesto no hubo debate. Hubo gritos, hubo argumentos (por ambos lados) mal planteados, hubo muy pocas ganas de escuchar al contrario, hubo demasiadas ganas de llevarlo todo al terreno personal y hubo muy poquitos momentos de lucidez. La mayoría vinieron por parte de Cristina Fallarás, que aunque pecó un poco de catastrofista, fue la única que aportó la visión realista de la Gestación Subrogada.
Voy a empezar diciendo algo que tengo clarísimo, que no todo el mundo entiende como yo y que es la base de todo este problema: ser padre no es un derecho. No lo digo yo sólo, también lo dice Unicef. El derecho de ser hijo, el deseo de ser padre. Sí, la Carta Internacional de los Derechos Humanos deja claro que todos tenemos derecho a formar una familia. Pero me parece estrambótico que después de haber luchado como lo hemos hecho para que se reconozcan todos los tipos de familia ahora ansiemos perpetuar la idea de que para ser una “familia de verdad” hay que ser padre biológico. Se puede ser padre y se puede formar una familia de muchas formas.
Para explicarme voy a utilizar el caso de Tamara Gorro, que era una de las que “debatían” a favor de la subrogación en ese programa.
Tamara Gorro no podía quedarse embarazada. Tras 18 tratamientos fallidos de fecundación in vitro, ella y su marido decidieron adoptar. Según contó, en España le era casi imposible (a pesar de que, en su situación económica, su núcleo familiar es ideal para una adopción). No ignoremos, por cierto, que gente con menos posibilidades que Tamara y su marido han adoptado en España. A su lado tenía una: Pilar Rahola. Tamara explicó que ella colabora con varios orfanatos en Portugal y que en una visita se estableció un vínculo afectivo con una niña. La niña quería que la adoptara y ella quería adoptar a la niña, pero las autoridades (evidentemente) le dijeron que tenía que pasar por el proceso normal. Lo curioso de su argumento fue que en ese momento vino a decir que ella entendía perfectamente que tenía que pasar por ese proceso, que sabía que iba a ser complicado, “Así que me fui a Rusia“.
De golpe, sin explicar por qué: Tamara Gorro se fue de Portugal a Rusia. El vínculo con la niña dejó de ser importante y cambió de país. ¿Sabes por qué no explicó esa decisión? Porque sólo había una explicación: era más fácil. El deseo de ser madre de Tamara Gorro se antepuso al derecho de la niña portuguesa a ser hija. Al final Tamara no pudo adoptar tampoco en Rusia, así que se fue a lo siguiente más fácil -para ella-: una madre subrogada en Estados Unidos. (Probablemente invirtió el mismo tiempo y esfuerzo que le habría costado adoptar a la niña portuguesa, por cierto).
Ni Tamara Gorro, ni Kiko Hernández, ni Pilar Rahola -que es madre adoptiva-, cedieron un minuto de su tiempo para denunciar las trabas del proceso de adopción en España. “¡Es que es casi imposible!” decían, “¡Se tarda años!“, “¡Tampoco es gratis!“. He leído una entrevista a una madre por subrogación enfadada porque en los Servicios Sociales le dijeron que “la adopción está pensada para satisfacer las necesidades de los niños“. ¡Qué escándalo! Pero mira, nadie está hablando de eso. Nadie monta organizaciones para denunciar lo difícil, costoso y largo que es adoptar a niños que ya han nacido y no tienen familia -o al menos, no se las sienta en televisión a debatir-; nadie parece sufrir por la discriminación de base que sufren esos niños que están ahí, esperando que alguien les dé una familia. Lo que nos querían decir era que aceptemos que adoptar es un imposible y que en lugar de centrar nuestros esfuerzos en abaratar y simplificar eso para que no haya niños fuera del sistema y para que puedan recibir el amor de parejas que no pueden ser padres de forma natural nos pongamos a regular una situación minoritaria que, en la mayoría de los casos, ha supuesto una transacción económica. Porque cuando tienes dinero todo es más fácil.
Por más vueltas que le doy sólo encuentro un argumento que explica por qué pasa eso. Por qué no hay famosos en televisión denunciando que les es imposible adoptar. Por qué Ciudadanos monta charlas sobre la gestación subrogada pero no para hablar sobre la mejora y el fomento de las adopciones. Por qué el PP está en la misma sintonía. Y todo pasa por una sencilla razón: porque en las adopciones -en España- no hay negocio, pero en la gestación subrogada sí.
Para ayudarse en esa lucha por legalizar la subrogación se están esgrimiendo argumentos que a mí me producen mareo como el que los niños subrogados son discriminados en los colegios. Tamara Gorro enseñó un titular (de un blog gay) con el testimonio de un padre a cuyo hijo le decían en el cole que era “alquilado“. “¡Por eso no tenéis que decir vientre de alquiler! ¡Le hacéis daño a nuestros hijos!“. Incluso he visto por twitter a varios chicos gays hablar de “subrofobia“. Luego te vienen con que es que quieren ser padres porque tienen mucho amor para dar; pero no les vas a ver luchando con el mismo ahínco para poder darle ese amor a un niño ya mayorcito o a uno que no tenga sus mismos ojos. Han decidido que la adopción es imposible. Punto. Porque la adopción, sorpresa, no se puede comprar/alquilar/subrogar.
Por más que leo, por más que intento convencerme de que es algo bueno, lo único que veo siempre, siempre, siempre detrás de cada caso de subrogación que me encuentro en las redes es… dinero. ¿Y me parece mal que una mujer gane dinero porque decide libremente ser madre por subrogación? No. Eso me parece estupendo. Lo que me preocupa es el precedente que plantea esa situación, es el negocio multimillonario que se genera cuando la mujer toma esa decisión y que, más pronto que tarde, acaba absorbiendo también a las mujeres que no tienen tanta libertad para decidir.
Tamara Gorro se llenó la boca de repetir que su gestante era una chica con estudios universitarios, en una situación económica más que decente, que no necesitaba el dinero (pero lo cobró) y que lo hizo de forma altruista. Por ayudar (cobrando). Porque ¿qué tiene de malo que una mujer cobre por “ceder” su vientre para una subrogación? Lo curioso es que, a pesar de decirte esto, los que están a favor de la subrogación te dicen que no lo llames “vientre de alquiler“, que es peyorativo. Pero si estás pagando a una mujer para que sea tu gestante ¿cómo lo llamamos sino vientre de alquiler? ¿Por qué si busco “gestación subrogada” en Google se me llena la pantalla de empresas (sí, empresas, no ONGs) que parece que estén vendiendo un producto? Todo son mensajes positivos, garantías, oportunidades, prestigio, seguridad, sueños, “paquetes cerrados“. No del derecho del niño a ser hijo, sino del “tuyo” a ser padre. Alguna incluso utiliza el término “vientre de alquiler” (porque si es marketing entonces no es ofensivo, claro).